miércoles, 19 de mayo de 2010

Confianza

Llega un momento en el que todos dejamos de ser niños, comenzamos a ver que el mundo no es tan feliz como siempre has podido llegar a pensar.
La gente que te rodea no es igual de sincera que hasta hace poco, que las cosas ya no se arreglaban con un simple lo siento y volver a jugar tiernamente.
Poco a poco te das cuenta que todo a tu alrededor te es hostil, que pocas personas van a ser buenas contigo, que la vida no va a ser fácil.
Cuanto más mayor te haces y más gente conoces te das cuenta aún más de estas cosas, que la gente se esconde día a día tras una máscara que te oculta quién es en realidad. Y por mucho que creas conocer a una persona llegará un momento en el que algo te sorprenderá, y seguramente no de una manera grata que digamos.

Así que me pregunto, ¿de verdad merece la pena intentar conocer a la gente? Porque tu avanzas al descubierto, confiando en los demás, sin ocultar nada de lo que eres, pero ellos no te pagan con la misma moneda, te camelan, te hacen creer que puedes confiar en ellos, que les gusta cada faceta de ti. Pero no puedes llegar a creer una sola palabra, porque tras sus dulces y bonitas palabras se esconde una risa malvada, que se regocija con tu sinceridad y espera el momento para golpearte en tus sentimientos y destrozarte desde el interior.

Por eso pienso, no se si me beneficia conocer a más gente, porque para sufrir ya tengo bastante con mi vida como para que venga un desconocido en el que creo poder confiar, en el que he puesto mis esperanzas y me apuñale en el alma.

Con esto no estoy diciendo que se ser un ermitaño, sino que no creo que sea correcto tener esperanzas en nadie que no conozcas, incluso me atrevería a decir que ni en la gente que conoces, que el día más insospechado, puedes darte contra la pared.

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