domingo, 5 de febrero de 2012

Lo que no te cuentan

En mi ruta diaria por las páginas que visito asiduamente me he topado con una entrada de blog bastante impactante. En ella habla de lo que nunca explican a los médicos durante sus años de estudio: las horas insufribles en urgencias, tener que enfrentarse a los familiares para dar una mala noticia o simplemente el hecho de darlo todo por alguien que está sobre una camilla para nada.

Ciertamente pocas personas saben lo que les espera al comenzar una carrera, y no solo hablo de medicina, sino de cualquier carrera. La mayoría nos enfrascamos en esa aventura porque desde siempre te han dicho que necesitas una carrera para ser alguien y no quieres acabar como ese familiar que se rompe la crisma a diario para traer un sueldo que no hace justicia a las horas trabajadas. Yo al menos desde una temprana edad que no quería trabajar con mis manos, y no me malinterpretéis, me refiero a trabajos manuales tales como albañilería y similares; y no porque sea un vago redimido, sino porque he visto a mi propio padre llegar molido tras un día entero de trabajo bajo un sol abrasador, y no, no quería ser como él. Y él tampoco quería que siguiera sus pasos.

Por eso, toda mi infancia ha sido estudiar, pase la educación primaria sin dificultades, como la gran mayoría de los niños de mi generación. La E.S.O. ya fue otra historia, en esa época es cuando se supone que tienes que decidir qué quieres hacer de mayor, pero siempre todo muy ilusionado y sin saber de verdad lo que es ser adulto, así que decides desde tu inocencia seguir estudiando. Y así lo hice, comencé Bachillerato y vi que tampoco era muy diferente de la E.S.O. Tras el Bachillerato llegó la Universidad, la primera decepción, no poder entrar en la carrera que por entonces quería, que se suponía que me daría el futuro que yo buscaba (un futuro aún desde una visión inocente). Entonces decido quedarme en otra carrera que no me disgustaba tanto, y que aun sin saber qué futuro me daría, pensaba: "Al menos tendré una carrera".

Los años van pasando, mi vida va dando sus giros personales, apruebo y suspendo asignaturas, pero sigo sin ver cerca el final de la época de estudio, pero en realidad el hecho de que me convertiría en adulto se acercaba peligrosamente, hasta que finalmente llega. Y entonces te das cuenta, de que tienes una carrera, puedes saber mucho de estudiar, pero no sabes nada de la vida. No sabes cómo vas a seguir adelante, no sabes que espera a la vuelta de la esquina, y eso te aterra.

Ves ante ti un mundo, una sociedad tan grande como nunca la habías visto y te sientes tan insignificante y sin poder para hacerle frente. Tienes miedo a ser incapaz de afrontar cosas que no siguen un patrón, porque desde siempre has seguido unas pautas que te han inculcado durante todos los años previos de estudio, pero ya no estás en tus años de estudio, eres un adulto y no puedes hacer nada para evitarlo. A eso súmale que no tienes a nadie cercano que haya recorrido el mismo camino que tu y una mala situación económica mundial y tendrás los ingredientes perfectos para un estado de ansiedad cuanto menos agradable.

Así que te despiertas día a día sin saber cómo vas a acabarlo, ni como será el día siguiente, ni el otro, porque a partir de aquí no hay horarios ni planes de estudio que te indiquen como seguir. Ahora eres tú en el mundo, y si, tienes una carrera y posiblemente un máster, tus padres estarán más que orgullosos de su hijo y harán todo lo posible por ayudarte, tu pareja estará ahí para arroparte en tus días malos, pero ninguno sabe de verdad como te sientes, como el miedo araña hasta la última fibra de tu cuerpo.

Pero claro, esta es la época que me ha tocado vivir, y estos son los problemas de la sociedad: la mala educación de la juventud frente a los problemas de la vida y los fallos de un sistema económico deficiente.

Cada cual tiene sus problemas y tiene que lidiar con ellos.

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