Máscaras, que nos dejan ser quienes no somos durante una noche.
Entre toda la multitud algo capta mi atención, una esbelta figura de pelo largo azabache. Su máscara oculta su rostro, pero deja a la luz una dulce sonrisa y unos hermosos ojos verdes.
La miro, me sonríe; me armo de valor, tomo una rosa de la sala, me acerco a su lado y se la ofrezco:
- Disculpe que la moleste durante esta festividad, hermosa doncella, pero ¿me haría el gran honor de concederme este baile?-
La toma entre sus manos y con voz muy dulce contesta:
- Será todo un placer.-
Salimos a bailar; mi cuerpo sigue el son de la musica, pero no soy capaz de apartar la mirada de sus hermosos ojos esmeralda.
- Su mirada me hace sentir amenazada, noble caballero.- Me dice.
- Siento mucho incomodarla, bella dama, pero mis ojos no quieren apartar la mirada de los suyos, muy hermosos por cierto.- Contesto y ella sonríe. - Al igual que su sonrisa, dulce y sincera.-
- Me alaga con sus cumplidos, señor mio, pero ¿sería tan amable de decirme su nombre para saber a quién debo agradecer tales atenciones?-
- Gustosamente le concerdería su deseo, pero ¿no es más mágico no revelar nuestras identidades?- Le respondo.
- No le comprendo.-
- Así al despertar, ambos pensaremos que la noche no ha sido más que un sueño, el sueño más hermoso que se puede tener y que nunca olvidaremos.-
Ella vuelve a sonreir y continuamos bailando en completo silencio pero sin separar nuestras miradas.
La canción finaliza y con ella mi sueño, un sueño que recuerdo a cada momento y que querría revivir eternamente.
P.D.: este relato es de ficción, cualquier parecido con la realidad o personas reales es pura coincidencia.